En Todmorden saben usar el espacio público



El pueblo más ‘comestible’ del mundo

Fecha de Publicación
: 23/11/2013
Fuente: AIM
País/Región: Inglaterra


En Todmorden (Gran Bretaña), los vecinos plantan verduras, hierbas y árboles frutales en 70 espacios públicos. Cuando llega la hora de la cosecha, todo el mundo puede servirse gratis. Esta revolución hortícola y comunitaria tiene un nombre: Incredible Edible (Increíble Comestible).
Verlo para creerlo… Uno llega en tren a Todmorden, y lo primero que encuentra nada más salir de la estación es un suculento mapa de todos los cultivos que tenemos a mano, arropados por una inequívoca consigna en inglés: “Help yourself!” (“¡Sírvase usted mismo!”).
Acabamos de llegar al pueblo más “comestible” del mundo, donde cuajó hace seis años un idea “increíble” pero rigurosamente cierta… Se plantan a discreción verduras, hierbas y árboles frutales en 70 espacios públicos. Se forma una red de 280 voluntarios que se turnan y se dedican dos mañanas al mes a cuidar de los cultivos. Y todo el mundo (incluidos los turistas) pueden servirse gratis y a placer cuando llega la hora de la cosecha.
“Incredible Edible” da nombre ya una auténtica revolución de la agricultura urbana, con una red de 200 grupos repartidos por todo el planeta: de España a Australia, de Mali a Burkina Faso. Pero había que pasar necesariamente por ese pueblo grande de 15.000 almas, a veinte kilómetros de Manchester que estiran muy lentamente, para conocer “in situ” a las impulsoras (casi todas mujeres, casi todas rondando la cincuentena).
Pero antes de conocer a las “increíbles” mujeres de Todmorden, conviene respirar hondo y tomarle la medida al intrincado laberinto de casas de piedra y “puntos verdes” desde lo más alto. Si queremos maíz dulce o cebollas japonesas, no tenemos más que acercarnos a los lechos de cultivo de la policía local. Si queremos hierbas medicinales, habrá que ir a la “apoteca” natural que crece junto al hospital. A la puerta del teatro crecen las tomateras. Junto a la iglesia unitaria, en la colina más alta del pueblo, se prodigan las coles y las acelgas.
La lista es tan “increíble” como interminable, y el pueblo no sólo se autoabastece gratuitamente a lo largo del año, sino que encima hay un sobrante con el que se organiza la gran fiesta anual de la cosecha, hasta la que ha descendido en cierta ocasión el mismísimo Príncipe Carlos. “Nuestro secreto está en que somos el movimiento más inclusivo del mundo”, asegura la incombustible Mary Clear, que ayudó a crear el grupo junto a Pamela Warhurst. “Nuestro lema es así de simple: ‘Si comes, estás dentro’. Aquí no discriminamos a nadie por sus diferencias alimenticias, ni se nos va el tiempo echando sermones. La diferencia se marca pasando a la acción. En eso estamos”.
Hablamos con Mary Clear en su salsa: el vergel que ella misma ha plantado en el esquinazo de su casa, en la calle Cockpit, donde crecen espinacas, brécoles, berros y guisantes que cualquiera se puede llevar a casa (siguiendo, eso sí, unas básicas instrucciones sobre cómo servirse y en qué momento el año).
Nada más bajar de la estación de tren, los reclamos de Incredible Edible nos persiguen como una suculenta tentación, comparable sólo a la experiencia de ir arrancando manzanas y peras de los 800 árboles frutales, o a la de saborear lo mejor de la cosecha cocinada en The Bear, la cooperativa, café, restaurante y punto de encuentro local.
Allí conocemos a Estelle Brown, anfitriona de excepción, que nos regala el primer paseo ‘comestible’ por el canal de Rochdale, con parada obligada ante los cerezos y el jardín de hierbas que ha plantado Mario, el dueño del garaje aledaño. “Cuando empezamos, en 2007, hubo gente que veía todo esto como una excentricidad o un capricho”, admite Estelle. “Ahora, con la crisis, se empieza a ver casi como una necesidad: hay que estar preparados para los malos tiempos”.
Recuerda también Estelle cómo al principio todo eran dudas sobre dónde plantar y a quién pedir permiso. “Con el tiempo nos dimos cuenta de que lo mejor era sembrar directamente y crear jardines ‘accidentales’. Ni siquiera le llamamos a esto guerrillas ‘verdes’. Lo que hacemos no tiene nada de ‘bélico’ ni de provocador, yo más bien diría que estamos haciendo una revolución gentil desde lo local. Y lo bueno es que los ‘poderes’ nos ven con buenos ojos, porque algo está cambiando profundamente en el pueblo”. El Ayuntamiento ha cedido el solar del viejo hospital, junto al río, donde han echado ya raíces los primeros árboles del gran jardín comestible, con la ayuda de los trabajadores de VolkerStevin y de Considerate Constructors (Constructores Considerados). Todo parece tener un nombre sugerente en Todmorden, empezando por el pueblo, al que sus habitantes llaman cariñosamente ‘Tod’.
En el aparcamiento del nuevo hospital, sobre varias camas de cultivo, crece el herbolario local, cuidado primorosamente por la ‘boticaria’ Helena Cook. Equinácea para fortalecer las defensas, achicoria para el aparato digestivo, romero para las enfermedades respiratorias, caléndula para las curar las infecciones.
Las ocho escuelas del pueblo se han hecho también “increíbles y comestibles”, y en una de ellas se está habilitando una granja piscícola, donde también se cultivará por hidroponía. Entre tanto, el programa Every Egg Matters está llenando Todmorden de gallinas, con el objetivo de llegar en el 2018 a una producción de 30.000 nuevos semanales, suficientes para todo el pueblo.
“Seamos realistas: no vamos a conseguir la autosufiencia alimentaria, pero al menos estamos trazando el camino”, reconoce Mary Clear, la “agitadora” del grupo, con todo el saber acumulado de sus años de trabajadora comunitaria y con el “sentido común” aplicado al arte del cultivo. “Nuestros huertos son pura ‘propaganda verde’, aunque el efecto que han tenido en estos años ha sido tremendo”, asegura la enérgica Mary. “El consumo de productos locales ha aumentado tremendamente, los comercios que al principio nos miraban con recelo ahora quieren ser increíbles y comestibles”.
Tan importante como los cultivos es todo lo que ha ido creciendo en estos seis últimos años en Todmorden. “Vivíamos en un pueblo sin nada especial, como cualquier otro, abatido por la crisis y por el desempleo”, recuerda la cofundadora Pam Warhurst. “Lo que hemos logrado ha sido no sólo reverdecer nuestras calles, y poner a cultivar a la policía y a los bomberos. Lo más importante ha sido si acaso reactivar el poder la comunidad, y demostrar que juntos podemos”.
“Cuando empezamos, los comerciantes nos miraban con recelo y pensaban que eso del ‘sírvete tú mismo’ les iba a arruinar el negocio”, recalca Warhurst. “Ahora resulta que el 46% de los negocios locales han crecido desde entonces, que el mercado local atrae a mucha más gente, que la criminalidad en el pueblo ha disminuido y que ni siquiera existe el vandalismo porque todos contribuimos a nuestra manera al cultivo. Ahora vienen a vernos de todas las partes de Inglaterra y de más allá. La idea ha germinado y está creciendo ya en todo el planeta… Si movilizamos a las comunidades locales, nos espera realmente un futuro increíble”.
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