'La energía nuclear no frena el cambio climático'

'La energía nuclear no frena el cambio climático'

Fecha de Publicación: 01/07/2009
Fuente: El Mundo
País/Región: Internacional



Gerd Leipold, oceanógrafo alemán de 54 años, lleva ocho años al frente de la dirección internacional de Greenpeace y media vida trabajando para la organización del arco iris. Su lucha contra la energía nuclear no es nueva. Ya en 1983, protagonizó una sonada acción en la que voló en un globo desde el oeste al este de Berlín, entonces una ciudad dividida por un muro, para protestar contra los ensayos con armas nucleares. Ayer visitó España para apoyar el cierre de la central nuclear de Garoña (Burgos), cuyo destino se decide este viernes y aprovechó para exigir un nuevo compromiso político con el planeta.

Pregunta.- ¿Cree que es posible el suministro energético de un país desarrollado sin energía nuclear?
Respuesta.- Si lo es. Garoña produce sólo un 1,2% de la electricidad. Y si hablamos de cambio climático, lo que necesitan los países ricos es tener un consumo más eficiente y reducirlo, y no un 1,2% sino hasta un 20%. El cierre de Garoña es un símbolo que nos dirá si España sigue por el camino correcto ya iniciado de las energías renovables o si será un país del pasado y apostará por las energías antiguas.

P.- ¿Qué le parece el repunte del apoyo nuclear en toda Europa?
R.- No creo que haya un repunte. No hay más reactores y la central que se construye en Finlandia está paralizada porque es muy cara. Si se analizan las cifras, únicamente el 16% de la electricidad mundial es de origen nuclear. Además, el consumo total electricidad supone sólo un tercio del cambio climático; luego aunque toda lo fuera, no se acabaría con el problema. Basta con mirar a Francia, donde las emisiones contaminantes per cápita son muy altas pese a sus centrales nucleares. Y no hay que olvidar el peligro de los residuos, los accidentes y el terrorismo, en un momento en el que a los terroristas no les importa morir.

P.- ¿No es una utopía pensar en un mundo que funcione sólo con energías renovables?
R.-Creo que es posible, pero no depende del tipo de energía, sino del estilo de vida. Si pensamos, no sólo en términos de cambio climático, sino en las pesquerías, en el uso del agua o de la tierra para la agricultura, ya necesitamos más de un planeta. Si todo el mundo tuviera tantos coches como los europeos, habría un 4.000 millones de vehículos; si todos comiéramos tanto pescado como los japoneses, habría que pescar 10 veces más; si emitiéramos el nivel de CO2 de los norteamericanos, el problema del cambio climático sería seis veces mayor. Es un estilo de vida que no es sostenible. Cogemos más de la naturaleza de lo que le damos y no hemos resuelto que vamos a dejar a las generaciones futuras. No se puede salir de una crisis económica con medidas, como las de algunos gobiernos, que favorecen cambiar un coche de 10 años que funciona por otro nuevo. A corto plazo es bueno para la economía, pero no a largo plazo. No estamos en contra del desarrollo, pero si de un sistema que acaba con los recursos.

P.- ¿Y hay solución?
R.- Si. Pero hay que descentralizar la energía para evitar el control de unos pocos. Si se depende del carbón, el petróleo o la energía nuclear que se importa, se depende de otros países, a veces inestables, y de los precios del mercado. Si tuviéramos cada país una energía propia y renovable, tendríamos una economía más estable. No estaríamos todos pendientes del humor de Putin.

P.- ¿Cuál es la principal batalla medioambiental de Greenpeace en estos momentos?
R.- Sobre todo el cambio climático y eso incluye la protección de los bosques tropicales. También es preocupante el estado de los océanos.

P.- ¿Qué podemos hacer para que tantas cosas cambien?
R.- Podemos hacer mucho a nivel individual, como utilizar energía renovable, reducir el consumo, comer menos carne, no poner la calefacción en exceso, utilizar el transporte público... También se puede encarecer la energía, obligar a cambiar las bombillas, poner más trabas a los coches y votar a los partidos con políticas más verdes.

P.- En 2012 acaba el plazo dado por el Protocolo de Kioto para reducir las emisiones contaminantes. A las puertas de un nuevo acuerdo, previsto a finales de año en Copenhague, ¿cuál es su balance?
R.-Tenemos grandes expectativas de cara a Copenhague porque EE.UU. ha vuelto a la negociación, aunque lo que pone sobre la mesa es demasiado poco para convencer a China o India de que disminuyan sus emisiones. Necesitamos políticos que no estén solo pendientes de sus próximas elecciones, sino que se comprometan con el futuro. El protocolo de Kioto ha servido para que los países comprendan que deben actuar juntos, pero si en 2015 las emisiones han subido, no habrá servido de nada.

P.- ¿Qué espera de Copenhague?
R.- Esperamos un compromiso fuerte de reducción de emisiones a corto y largo plazo, que los países ricos ayuden a los más pobres a reducir las suyas y a adaptarse al impacto del cambio climático y un acuerdo de protección de los bosques tropicales. Los problemas de las emisiones son graves y están entre la ciencia y la política. Lo que pasa es que la política juega siempre con la probabilidad y en este caso debería hacer caso de la ciencia.

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